Por Esteban Mauricio Soria
The Project es un
supergrupo estadounidense concebido por James Davis, guitarrista conocido por
su trabajo en Shameless. A su lado, lo acompañan músicos de la talla de Jeff Plant, Andrew
Bonter, Dennis Hill (California Sunsets), Jimmy D’Anda (Bullet Boys,
Lynch Mob), Kevin Blades (Lit), Scott Shiflett (Face to Face,
Eagles of Death Metal) y Erik Ferentinos (Stephen Pearcy). Cada
canción es una colaboración única, y eso se traduce en frescura, versatilidad y
una clara pasión por la música.
En esta ocasión,
nos encontramos con un hard rock clásico de muy buena manufactura. Un tema
potente y directo que en poco más de tres minutos concentra todo lo que el buen
hard rock sabe hacer: riffs punzantes, una batería poderosa, solos frenéticos, estribillo
pegadizo, una voz cargada de actitud y una producción sonora impecable.
La elección del título no es menor. Death of Me no solo llama la
atención, sino que remite a una frase común en inglés que suele usarse para
describir a alguien (o algo) que saca lo peor de nosotros, que nos está
consumiendo y que podría destruirnos. El sujeto poético se reapropia de esa expresión
y la subvierte: “I won’t ever let you be the death of me”.
Los versos “You twist the knife
just to see if I'm still alive” / “You won’t stop ‘til you get the last piece
of me” evocan
con crudeza una lucha emocional —sea con una figura externa o con uno mismo—
que va drenando la energía vital. La repetición "It's a
matter of time" añade tensión: hay
una cuenta regresiva, una urgencia, como si la lucha contra esa sombra ya no
pudiera postergarse.
Aunque se puede
leer como la historia de una relación tóxica, el verdadero valor de la letra
aparece cuando se la interpreta como un conflicto interior. Tal vez el
antagonista no sea otra persona, sino una parte de nosotros mismos: la
ansiedad, el autosabotaje, el agotamiento emocional o incluso la idea de la
muerte como rendición. En esa clave, la canción se convierte en un manifiesto
existencial, un combate contra el deseo de desaparecer, de dejarse ir.
La música refuerza este mensaje. La fuerza del rock se convierte en un canal de supervivencia, en el que la furia no es una forma de destrucción, sino de resistencia. Todo en Death of Me grita: “Estoy vivo, sigo aquí”. A veces gritar es vivir porque la resistencia es uno de los actos más audaces que podemos hacer frente a los problemas de la vida.