Por Esteban Mauricio Soria
En un mundo saturado de palabras, a veces la música
instrumental tiene el poder de decir más. Dreamland, el más reciente EP
de Harry Bertora, es una carta sonora enviada desde una dimensión donde los
sueños, la nostalgia ochentera y la introspección conviven bajo un cielo
púrpura y de neón. A través de cinco piezas instrumentales, el artista francés
traza un camino emocional en el que la estética del synthwave se funde
con la expresividad de la guitarra rockera, construyendo paisajes que
invitan al viaje y la contemplación. Entre los guitarristas que se me vienen a
la mente por cercanía musical son Joe Satriani, Gary Moore (en su version más ochentera) y David Gilmour,
pero solo como referencias porque el estilo de Harry Bertora se nota personal y muy trabajado.
El primer impacto al escuchar Dreamland es visual
porque nos transporta directo a los 80. Las texturas de los sintetizadores, los pads
atmosféricos y los beats electrónicos nos llevan a una calle iluminada por
luces de neón, mientras que la guitarra —con un sentido del feeling
más puesto en la expresividad que en meros artificios virtuosos— nos auspicia
de narrador principal en las historias musicales, apelando a la memoria
emotiva, al cine y a los sueños.
La primera canción, “Dreamland” es la puerta de
entrada a ese mundo de recuerdos. El sintetizador flota como una
neblina de ensueño y la guitarra emerge desde lo profundo de una mente en
reposo. El ritmo constante del redoblante electrónico nos recuerda a la caminata de
alguien que explora un lugar familiar. Esa bienvenida sin
palabras tiene una calidez nostálgica define el tono del resto del EP.
La segunda canción, “After midnight” es un viaje por
la ciudad después de la medianoche. La guitarra dibuja el contorno de una ciudad iluminada por carteles parpadeantes, como si
estuviera improvisando pensamientos a medida que el cuerpo avanza por avenidas
vacías. Es la canción del insomnio productivo, del que sale a pensar mientras
el mundo duerme. Al igual que la primera canción, recuerda a soundtracks
de películas como Drive o The NeverEnding Story. El EP es un
viaje familiar porque juega todo el tiempo entre lo retrofuturista y la
nostalgia.
La tercera canción, “You and I” es una balada
instrumental donde la guitarra se transforma en una voz humana, cantando un dúo
invisible con alguien que ya no está. Es, quizá, el momento más vulnerable y sincero del EP, evocando un momento
compartido que tal vez ya se fue.
Si Dreamland fuera una película, la cuarta canción, “Driving
at Night” es el momento del viaje en auto en la ciudad. Aquí, la guitarra hace un
trabajo notable por su capacidad de pintar imágenes: las curvas, las luces y el
viento que golpea las ventanas del coche. Es la representación sonora de la
libertad nocturna, ese estado entre el día que terminó y el que todavía no
empezó.
El EP cierra con “I’ll see you in my dreams” como debe
cerrar una historia: con una sensación de ciclo cumplido. La canción retoma el
espíritu del primer track, pero con un aire más contemplativo. Los sintetizadores
suenan como estrellas parpadeando en un cielo profundo mientras la guitarra
canta en una despedida suave, con promesa de retorno.
La fusión de synthwave y rock melódico instrumental no solo está bien lograda, sino que encuentra un equilibrio perfecto entre la nostalgia de los 80 y una sensibilidad contemporánea. Hay algo muy cinematográfico en todo el EP, como si cada tema estuviera diseñado para acompañar una escena específica de la vida. Sin dudas, Dreamland es un lugar al que vale la pena volver, una y otra vez.