Por Esteban Mauricio Soria
La banda portuguesa de metal dio a luz este año su duodécimo disco de estudio, 1755, que originalmente se suponía que iba a ser solo un EP, pero se convirtió en un lanzamiento conceptual de larga duración.
El álbum aborda sobre el gran terremoto de Lisboa que tuvo lugar el 1 de noviembre de 1755. Fue uno de los sucesos más importantes de la historia de Europa, de tal forma que cambió el mundo. Se caracterizó por su gran duración y violencia, y se estima que causó la muerte de aproximadamente 90.000 personas. El sismo fue seguido por un maremoto y un incendio que causaron la destrucción casi total de Lisboa. Cuarenta minutos después del terremoto, tres tsunami de entre 6 y 20 metros engulleron el puerto y la zona del centro. En las áreas no afectadas por el maremoto, los incendios surgieron rápidamente, iniciados en su mayor parte por las velas encendidas en recuerdo a los difuntos en las iglesias, y las llamas asolaron la ciudad durante cinco días. La conmoción fue casi tan violenta que sus efectos se extendieron por la mayor parte de Europa, África y América.
El terremoto sacudió mucho más que ciudades y edificios, sus consecuencias revolucionaron a la sociedad, la filosofía y la religión. Lisboa era la capital de un país devotamente católico, con una larga historia de inversiones en la Iglesia y la evangelización de las colonias. Según el periodista norteamericano, Nicholas Shrady, autor del libro The Last Day, sobre esta hecatombe comenta: “de todas las capitales, ésta era la que más se asemejaba a una ciudad de Dios en la tierra, que parecía el último lugar sobre el que se podía desatar la ira divina” porque “era una ciudad rebosante de devoción”, cuya céntrica Plaza del Rossio servía para la quema de herejes por parte de la Inquisición. Más aún, la catástrofe tuvo lugar la mañana del día de Todos los Santos, festivo nacional en Portugal y otros países católicos. Destruyó prácticamente cada iglesia importante de Lisboa, derrumbándose sobre las personas que estaban en ellas. El terremoto acentuó las tensiones políticas en Portugal e interrumpió abruptamente las ambiciones coloniales de este país durante el siglo XVIII. Sólo la destrucción por el gran incendio del Palacio de Ribeira, hasta entonces el de los reyes, supuso una pérdida cultural equiparable a la de la Biblioteca de Alejandría. Portugal perdió la mitad de sus ingresos anuales, y la capital, su relevante papel en el comercio del mundo. Para la teología y filosofía del siglo XVIII, esta manifestación de la cólera de Dios era difícil de explicar. El terremoto de Lisboa fue un acontecimiento decisivo en la historia europea porque fue la primera vez que la gente comenzó a cuestionar las causas y la naturaleza de ese tipo de desastres, hizo a un lado a Dios y contempló la posibilidad de las causas naturales para los mismos.
Musicalmente, es un álbum de heavy metal extremo con el uso masivo de coros y orquesta; aunque la combinación en la mayoría de los momentos es desproporcionada, se justifica en la idea conceptual de la magnitud del desastre natural. Mientras que su disco anterior, Extinct (2015), de la mano de Jens Bogren tenía una gran riqueza de arreglos y sutilezas en el equilibrio de la mezcla, 1755 se presenta como una obra bastante caótica y extravagante. Si bien los dramáticos pasajes orquestales y los coros épicos añaden un aspecto cinematográfico y apocalíptico, por momentos, se sienten barrocos y sobreproducidos.
Las letras están escritas enteramente en portugués, lo que le da un grado interesante de personalidad, salvo el bonus track de las ediciones limitadas que es una versión en español de la canción ''Desastre'', con un resultado bastante extraño para el sonido general de la banda.
Por otro lado, si bien Fernando Ribeiro ya había aclarado en las entrevistas anteriores a su lanzamiento que sería un disco más agresivo —dándole lugar también a ese aspecto de la voz—, suele ser un vocalista bastante diverso y hábil que puede cantar de muchas maneras diferentes. En lugar de variar sus enfoques, la mayor parte del álbum consiste en su técnica de metal extremo, que en la producción general del disco confluye en un tono unidimensional. Casi han desaparecido sus inquietantes voces limpias de barítono o sus misteriosos susurros y pasajes de palabra hablada, que quizás en ciertos momentos del disco le hubieran dado otra variedad al conjunto. Por ejemplo, en el estribillo de “In tremor dei” el contraste entre la voz limpia de Paulo Bragança —que es una elección de producción de lo más interesante—, queda opacada por el contraste que se produce por la voz gutural de Fernando Ribeiro, cuando quizás una voz limpia habría reforzado más el dramatismo de la lírica.
El álbum se abre con una versión renovada de ''Em Nome do Medo'' —canción original del disco Alpha Noir/Omega White—, que encaja provechosamente en la atmósfera, pero aquí perdió la fuerza del original y se conviertió en una pieza sinfónica bastante ostentosa y de larga duración para una introducción.
“1755” es uno de los mejores cortes del disco porque alcanza con maestría la mezcla equilibrada de elementos sinfónicos, la bravura del metal y los elementos étnicos. Hay que hacer una mención especial para el solo de guitarra que se lleva toda la atención, aporta variedad, frescura y un vuelo fantástico entre tantas guitarras rítmicas.
“In Tremor Dei” brilla por la voz de Paulo Bragança (que por cierto está muy arriba en la mezcla deliberadamente) y contribuye con un encanto particular a la personalidad del álbum.
“Desastre”, “Abanão” y “1 de novembro” están estructuradas de tal manera que podés sentir la tierra moverse, produciendo crescendos y patrones sónicos análogos a la actividad sísmica. “Evento” es remarcable por los contrastes rítmicos que le aportan pausas, dinamismo y variedad al conjunto con distintos pasajes y texturas.
Con puntos altos, “Ruinas” es probablemente la canción más profunda del disco, pero es otro ejemplo de cómo la utilización de otras variaciones vocales le hubiera dado una óptica más interesante.
“Todos os Santos” es una epopeya apocalíptica que también resuena con coros muy sobrecargados. Fue elegido legítimamente como primer single porque representa la mezcla de paisajes sonoros antiguos y nuevos, y también se encuentra entre las melodías más pegadizas en un lanzamiento por lo demás complejo y barroco.
Finalmente, el disco cierra con el cover “Lanterna dos afogados” de los Paralamas en una versión muy personal, y especialmente muy extraña porque no rememora en absoluto al pop-rock original que está demasiado incrustado en el imaginario en este lado del mundo. Es otro ejemplo de que el uso de la voz limpia de Fernando —que aparece lamentablemente en un pasaje— le hubiera dado otro vuelo a la versión.
En definitiva, el álbum nos muestra solo el aspecto más extremo de la banda, una decisión que va en concordancia con la temática del disco. Aunque inusualmente desproporcionada, 1755 es una obra interesante y ambiciosa, que probablemente sea la más personal de los portugueses hasta la fecha.
14/12/2017