HOY CAÍ/SUBIENDO. Caer para ver, el duelo después del amor
Por Esteban Mauricio Soria
A diferencia de la vertiginosidad del primer tema, la segunda canción de Distópico, "Hoy caí", establece un clima más calmo e introspectivo.
El conjunto de la
base rítmica —la batería, el bajo y las guitarras— son el cuerpo estético de la
canción: los golpes del redoblante acompañan la cadencia de las guitarras en un
particular groove, y reflejan ese acto de “caer”. El beat tiene
algo de circular, una especie de loop emocional del que pareciera no
haber escapatoria. En conjunto, esta elección es fundamental para transmitir la
idea de estar cayendo una y otra vez.
Los teclados aportan un colchón difuso y nebuloso, como
si el aire estuviera enrarecido. Esta sonoridad potencia la idea de distopía
interna, de niebla emocional. Hay algo casi cinematográfico en este tratamiento,
como una banda sonora íntima del derrumbe.
“Hoy caí” amplía el mapa afectivo planteado en la
primera canción: ya no se trata sólo de habitar una distopía emocional, sino de
volver a caer en ella, como quien elige adentrarse en la
devastación con los ojos abiertos. El verbo “caer” se repite como un mantra
existencial —“hoy caí en la nada”, “hoy caí en las llamas”, “hoy caí en las
garras blancas”—, marcando una secuencia de descensos voluntarios.
Hay un uso cuidadoso de la repetición melódica, que
funciona en conjunto con la letra: así como los recuerdos y las caídas se
reiteran, también lo hace la línea vocal, como si el cuerpo no pudiera dejar de
decir lo mismo una y otra vez.
En esta distopía, el yo lírico ya no es una víctima:
es alguien que se sumerge deliberadamente en el abismo: “para verme bien”. Se
cae “en la nada”, “en el fuego”, “en las garras” para ver bien; es
decir, hay una búsqueda voluntaria de una verdad. La ausencia del otro —“la
primera vez que no estás vos”— se convierte en el catalizador de esta caída. La
canción describe el momento en que el dolor, lejos de anular al sujeto, lo
redefine.
Musicalmente, la canción sostiene esta paradoja con
un pulso persistente y construye un ambiente melancólico en un espacio de
contemplación herida. No se trata de mostrar el ejercicio de un colapso
emocional, sino de una entrega lúcida al vacío. Esta distopía es una etapa de
metamorfosis.
Los versos “así las cosas vuelven siempre” y “así
tu imagen se nubló” nos muestran que, aunque la repetición parece inevitable,
algo ha cambiado: la imagen del otro ya no tiene el mismo poder que antes. Hay
algo de purga interna en ese “caer para hacerlo bien”. El sujeto poético habla
desde un umbral en donde el recuerdo del otro ha dejado de doler como antes,
pero aún lo habita.
En el último tramo, la letra introduce una nueva
tensión: “no me arruines todo”, “no me sigas en mis sueños”. El yo lírico, que
ya no quiere ser invadido, realiza un gesto de autonomía: en medio de la
distopía emocional, planea “un mundo nuevo en vos”, una posibilidad de
recomienzo. “Caer en la nada” promete otra forma de mirar y el duelo se convierte
en clarividencia. En esta transformación el yo, herido pero lúcido, comienza a
reconstruirse desde las ruinas.
Como en ciertas narrativas distópicas, lo que
parecía el fin del mundo deviene en una génesis de un nuevo renacer. Caer y
subir es también saber mirar. Y mirar, aunque duela, es la forma más
radical de seguir vivo.