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Una entrevista con NAHUEL MARTÍN CASTRO


Además del análisis de Distópico que estuvimos haciendo estos días en la Revista Soundloop y que pueden leer aquí, estuvimos charlando un rato con Nahuel acerca de algunas cuestiones referidas al disco y algunas cosas más...

¿Qué te llevó en ese momento a crear un disco con esa temática?

Siempre me gustaron las historias distópicas y en ese momento, sentí que estaba viviendo mi distopía personal. Estaba atravesado por varios momentos de cambios fuertes y la música me resguardó. Por eso, imaginé esta historia del disco en el cual el protagonista empieza a darse cuenta que vive en una distopía y entonces, de cómo influye todo lo que lo rodea en esa distopía. La vida diaria, el dinero, la tecnología las relaciones personales, el amor como institución, el aislamiento, las drogas, la religión. Todo deriva en generar esta distopía personal e individual. Al final del disco, todo termina con que la distopía se vuelve global y el planeta es invadido por extraterrestres. 

¿Cómo era tu vida personal y artística en esa etapa? ¿Sentís que influyó en el tono del disco?

En ese momento, venia de una separación y me había quedado sin el proyecto de mi banda Lujonama, que era el único proyecto musical que había tenido; entonces, me largué a una búsqueda musical y personal. Empecé a introducir los teclados y a armar los temas desde cero, lo cual me permitía darle un enfoque cien por ciento orientado en lo que quería. En una banda es más difícil dejar ese sello personal. Cuando me di cuenta, tenía suficientes temas parecidos como para grabar un disco. Fue Daro Barrera quien me preguntó si tenía temas para grabar y me propuso ser el baterista del disco. Él me dio el empujón definitivo y me contactó con Ale Braver para grabar las bases en Cuarzo Estudio. 



¿Cómo fue el proceso de composición y grabación? ¿Recordás alguna anécdota significativa?

El proceso de composición fue mucho de jugar y probar. Armé todos los demos en mi casa probando muchos sonidos de teclados, y grabando todos los instrumentos. El 2017 fue un año de mucha inspiración. También compuse por primera vez música para la obra de teatro de Andy Nor, “Noche de Terror”, lo cual me abrió a la experimentación y a la libertad para buscar climas a través de la sonoridad. A la hora de la grabación, después de grabar las baterías en Cuarzo, trasladamos la grabación al primer estudio, Soundloop, con Esteban Soria como ingeniero y productor. Su aporte fue fundamental. Fue un año de trabajar codo a codo los dos para lograr el producto final. También se sumó el aporte de siempre de mi hermano, Emiliano Castro. Como anécdotas recuerdo la grabación de las baterías del tema “Doblepensar”, que solamente era una guitarra con un clic y la melodía de voz muy vaga, y sobre eso en una primera toma Daro grabó la batería completa dándole una vida a algo que no lo tenía. También las grabaciones de bajo con Ale Braver, a quien recién conocía y terminó tocando en mi banda solista, y fue muy importante en el aporte de su mirada desde el bajo.  Y las tomas de guitarras psicodélicas del tema "Annunaki" a altas horas de la madrugada en Soundloop con la pedalera Line 6.

¿Qué influencias —literarias, cinematográficas o musicales— te marcaron durante la creación?

Tomé inspiración de varias obras distópicas, fundamentalmente de 1984 de George Orwell. También hubo inspiración en grandes comics que manejan esta temática distópica y de fin del mundo como Watchmen de Alan Moore, The Dark Knight Returns de Frank Miller y el arco de Days of future past de los X-Men. A nivel musical, hay una clara búsqueda intencional de que sea un disco con sonido de los 80. Los 80 fueron años donde el futuro de la mano de la tecnología entró de golpe a la cultura, y a la música en particular. Eso reforzaba el concepto de futuro pasado. Me encanta el sonido de esa década con esos teclados bien presentes, las baterías electrónicas, los ritmos precisos y las notas justas de las guitarras. También hay como un homenaje al rock nacional de los 80. El Charly de Parte de la religión, Virus, Soda Stereo, Fito haciendo Ciudad de Pobres Corazones. Y por supuesto Prince. 



¿Sentís que la realidad actual se parece de algún modo a aquella distopía que imaginaste?

Sí, el disco salió dos años antes de la pandemia y fue muy tétrico ver cómo esa distopia en el 2020 se volvió global con el tema de los aislamientos, la frialdad tecnológica y esa sensación permanente de fin del mundo. Creo que eso ha llegado para quedarse. Seguimos en una distopía cada vez más bizarra y dañina tanto a nivel individual como a nivel global y político. Basta con ver quienes nos gobiernan. El uso indebido de la tecnología terminó fragmentando más a un mundo que ya estaba roto.

¿Qué planes tenés a futuro?

Por lo pronto, estamos próximos a sacar una colaboración con Alma Lunar. Esten atentos.


NAHUEL MARTÍN CASTRO