Por Esteban Mauricio Soria
El arreglo es casi intimista y con un enfoque cinematográfico: acordes de piano que abren el espacio con la voz
al frente y sutlies arreglos de guitarras limpias en determinados momentos. Esta
economía de recursos le sienta bien a Finnegan Bell, es un marco
ideal para que pueda jugar con la expresividad y el color de su voz.
Lo interesante es que la banda no describe el accidente en
clave puramente negativa: hay devastación, sí, pero también hay belleza en las
ruinas. El choque deja silencio, dolor y arrepentimiento, pero también la
certeza de que algo real sucedió. La interesante estética
en escala de grises del videoclip refuerza el concepto que ese amor está ligado
a un pasado, contado desde un presente melancólico.
“You are everything I hate and everything I’ve ever loved”. En esa contradicción radica la fuerza poética, representando al amor como un conflicto de paradojas, como una fuerza inesperada, devastadora, pero capaz de dejar belleza en sus escombros. La metáfora del accidente funciona como un lenguaje universal de las pasiones: nadie quiere sufrirlo, pero todos entienden el peso de su poder.


