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Una reseña sobre “Jenny” de Eyal Erlich: La musa imposible

Por Esteban Mauricio Soria



“Jenny” como parte de una presentación en vivo con su banda en Levontin Tlv, el cantautor israelí Eyal Erlich nos entrega una canción que tiene la energía del rock y la melancolía de una balada moderna, con algunos elementos blues y jazz. Erlich trabaja con guitarras que alternan entre la delicadeza y la explosión, construyendo un tejido sonoro delicado y misterioso.

La letra es la voz de un poeta que se dirige a Jenny, posiblemente una prostituta; allí, la retrata, la recuerda, le habla con dulzura y con algo de nostalgia. Todo lo que conocemos de su figura lo sabemos a través de la mirada del poeta.

Desde la primera estrofa, se percibe la distancia. “Jenny is gone tonight she says / And when she’s gone tonight, she’s gone tomorrow”. Jenny se va, y cada vez que se va, hay algo que se pierde —“what has gone is lost, she cannot borrow”. Lo que Jenny “pierde” no puede recuperarse: tal vez podría ser la juventud, la inocencia, la ilusión. O quizás se trate simplemente que el poeta la pierde y no puede recuperarla, porque ella siempre se va. Justamente, en la ambigüedad lírica radica lo interesante de la poesía.


 “Whoa Jenny take my palm / You know you’re done for everyone”. El poeta le ofrece su mano, como si pudiera rescatarla del destino que carga. Pero sabe la verdad: Jenny es “de todos”. Su oficio la expone, él no puede reclamar exclusividad. Aun así, la idealiza. En su imaginación, Jenny es un “whirlwind in the sun”, un torbellino luminoso, una cometa sin cuerdas que nadie podría retener. Esa contradicción habita en cada verso de la canción. Jenny pertenece al mercado de cuerpos (al de los billetes o “paper man”). Aun así, él la eleva con imágenes de libertad: “You’ll be a whirlwind in the sun… A kite with nothing to hold her down”. Es una forma de rescatarla poéticamente, de transformarla en algo etéreo y poderoso, aunque en la realidad ella siga atrapada en los márgenes.

Hay algo que también se filtra que es el dolor del poeta: sabe que nunca podrá ser para Jenny algo más que un papel, una figura liviana y desechable. Lo físico existe, lo emocional no. “She would play with wood, but never pleasure”. El contacto no es el placer, sino el trabajo. Y él, como poeta enamorado, lo sabe.

El punto más nostálgico aparece en las preguntas: “Oh Jenny what’s got you down? / We used to have the best of fun… Who’s there now left to talk to? What do I see dead in your eyes?”. A la vista del poeta, sus ojos están vacíos, muertos, signos del desgaste de una vida en la que el afecto real fue reemplazado por transacciones.

El adiós y la carta sugieren un final trágico: Jenny se marcha, quizá definitivamente, dejando atrás un rastro de silencio. Para el poeta, esa carta es como una herida más: una despedida que marca un gesto de distancia definitiva, tal vez de ruptura con él o tal vez con la vida misma.

La canción tiene un aire fatalista: es el espejo de un poeta enamorado que nunca podrá poseer aquello que ama, porque Jenny ya está destinada a otros. Lo que queda entonces es la nostalgia, el recuerdo de una complicidad perdida.