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NAHUEL MARTÍN CASTRO - DISTÓPICO - Abrazar esa salida

ABRAZAR ESA SALIDA: El despertar del ser más allá del fin

Por Esteban Mauricio Soria


En el cierre del álbum Distópico, “Abrazar esa salida” se despliega como una suerte de epílogo existencial, es la despedida del yo humano tal como lo conocíamos a lo largo del disco, el instante en que el alma, desgarrada pero ya despierta, se suelta del cuerpo y se entrega al viaje final. Si el disco fue un descenso de la alienación del presente, esta canción es la aceptación lúcida —dolorosa y bella a la vez— de ese estado terminal. El sujeto lírico no lucha más contra el colapso: lo abraza.

La instrumentación crea una atmósfera suspendida, como si la canción misma estuviera levitando fuera del tiempo. La voz se vuelve flotante, como si viniera de alguien que ya no pertenece del todo a este mundo.


La letra es deliberadamente ambigua, como si nadara entre los planos. “Abrazar esa salida en lo peor de tu suerte / Abrazar esta agonía en lo mejor de tu muerte” marca un doble movimiento: por un lado, la aceptación de una muerte simbólica o física; por otro, el reconocimiento de que esa muerte es, paradójicamente, una suerte de despertar. Hay un quiebre metafísico: el ser comprende que nunca fue solo humano. Es una aceptación plena, sin resignación, del fin. El deseo, lo corporal (“Nunca te vi bailar desnuda”), y lo espiritual (“A través de mi alma te olvidé”) se mezclan en una última danza entre lo que fue y lo que nunca será.

El concepto de distopía se articula aquí desde lo íntimo, desde la imposibilidad de redención. No hay salvadores externos ni promesas de otro mundo: sólo un yo que busca algún tipo de sentido en el abrazo de lo inevitable. Es la distopía como experiencia emocional más que como paisaje social o político: una muerte simbólica donde lo que queda es un cuerpo sensible que aún recuerda, que aún desea.


El ser ya no busca redención en el mundo social ni en los vínculos rotos y así, la distopía se disuelve en el silencio cósmico. No hay revolución ni disrupción. Lo único que queda es ese último gesto: abrazar esa salida.


NAHUEL MARTÍN CASTRO