ABRAZAR ESA SALIDA: El despertar del ser más allá del fin
Por Esteban Mauricio Soria
En el cierre del álbum Distópico, “Abrazar esa salida” se despliega como una
suerte de epílogo existencial, es la despedida del yo humano tal como lo
conocíamos a lo largo del disco, el instante en que el alma, desgarrada pero ya
despierta, se suelta del cuerpo y se entrega al viaje final. Si el disco fue un
descenso de la alienación del presente, esta canción es la aceptación lúcida
—dolorosa y bella a la vez— de ese estado terminal. El sujeto lírico no lucha más
contra el colapso: lo abraza.
La instrumentación crea una atmósfera
suspendida, como si la canción misma estuviera levitando fuera del tiempo. La
voz se vuelve flotante, como si viniera de alguien que ya no pertenece del todo
a este mundo.
La
letra es deliberadamente ambigua, como si nadara entre los planos. “Abrazar esa
salida en lo peor de tu suerte / Abrazar esta agonía en lo mejor de tu muerte” marca
un doble movimiento: por un lado, la aceptación de una muerte simbólica o
física; por otro, el reconocimiento de que esa muerte es, paradójicamente, una
suerte de despertar. Hay un quiebre metafísico: el ser comprende que nunca fue
solo humano. Es una aceptación plena, sin resignación, del fin. El deseo, lo
corporal (“Nunca te vi bailar desnuda”), y lo espiritual (“A través de mi alma
te olvidé”) se mezclan en una última danza entre lo que fue y lo que nunca
será.
El
concepto de distopía se articula aquí desde lo íntimo, desde la imposibilidad
de redención. No hay salvadores externos ni promesas de otro mundo: sólo un yo
que busca algún tipo de sentido en el abrazo de lo inevitable. Es la distopía
como experiencia emocional más que como paisaje social o político: una muerte
simbólica donde lo que queda es un cuerpo sensible que aún recuerda, que aún
desea.